Publicado en el diario El Aguijón
Autor: Gerardo Hernández Les
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Quiero traer este tema a colación no con la pretensión de hacer un ensayo académico, que a los más no les interesaría e incluso les parecería un ejercicio de pedantería. Pero quiero hablar de esta cuestión porque en la España política de nuestros días la injuria se ha convertido en una auténtica plaga.
Hasta la aparición de Internet, la injuria aparecía en los medios escritos de la pluma de auténticos talentos, que a veces establecían entre ellos jugosos combates de esgrima dialéctica, aunque esto no les eximiera del daño moral que pudieran ocasionar a terceros. Así hemos conocido verdaderos maestros. Que vamos a decir de Borges y su “Arte de la Injuria”, o de nuestros clásicos como Gracián o Quevedo, cuya finura estilística se ha extendido hasta algunos de nuestros contemporáneos.
Pero desde la llegada de Internet estamos instalados en otro mundo, y no sólo en lo que se refiere al ámbito general de las comunicaciones. Ahora, el linchamiento mediático de cualquier adversario político ya no está exclusivamente en manos de algún poderoso medio periodístico, sino en las de cualquiera, principalmente de cualquiera reñido con la cultura. En esto el ejercicio de la injuria personal se ha democratizado mucho, pero, simultáneamente, la democracia española se está quedando hecha unos zorros. En este tiempo, quien no tenga la inteligencia suficiente ni la altura intelectual para rebatir a un adversario superior, o a una postura ideológica contraria a la propia, si dispondrá de la posibilidad de echar mano del insulto (para el que todo el mundo está dotado) y evacuar cualquier clase de rencor social, venganza o agravio que, aunque se exprese con un pretexto político, tiene a veces una inconfesable raíz personal. Y todo ello, escudándose conveniente y cobardemente en un seudónimo, sale completamente gratis, porque es imposible defenderse de estas agresiones, en tanto que no es factible estar acudiendo permanentemente a los tribunales para demandar a un fantasma que no tiene nombre ni apellidos. Esto, además de otras cosas mejores, nos ha regalado Internet.
Viene todo esto a cuento para decir que cuando uno tiene el estómago de entrar a leer los comentarios burdos y soeces que hoy se multiplican en las redes sociales, no puede menos que constatar que el clima de enrarecimiento político que se vive en nuestro país es entristecedor. Y si de lo general pasamos a lo particular y nos detenemos en Cártama la situación se acerca a lo insoportable. Trataré de explicarlo.
De todos es sabido que las pasadas elecciones municipales, lejos de apaciguar los ánimos de los cartameños, han traído una crispación importante. Dos hechos avalan lo que estoy diciendo, y me refiero a los que atañen al Sr. Escalona y al Sr. Garrido Mancera. Ambos, en opinión de muchos, han incurrido en un fraude (si no legal, al menos, éticamente) ante sus respectivos cuerpos electorales.
El primero de ellos porque basó su campaña electoral en la crítica permanente a los socialistas y en la promesa de que no contarían con su apoyo para seguir gobernando. Hoy, el PSOE sigue gobernando Cártama gracias al pacto con el Sr. Escalona. Ver para creer. Yo dejé clara mi posición sobre este tema en un artículo titulado “El señor Escalona y las miserias de la condición humana” y no quiero cansar a nadie repitiendo los argumentos de entonces.
El caso del Sr. Garrido es peor, si cabe. Hace una campaña electoral pidiendo el voto para seguir siendo alcalde otros cuatro años. Vuelve a ganar las elecciones (aunque sin mayoría absoluta) y toma, de nuevo, posesión de la alcaldía; pero, inexplicablemente, a los tres meses presenta la dimisión. Existiendo indicios más que razonables de que esta huída respondía a una decisión tomada y pactada antes de las elecciones, el comportamiento del ex alcalde se convierte en especialmente reprobable. En la vida pública cualquier político puede sufrir circunstancias personales (que suelen ser inseparables de las políticas) que le obliguen a una dimisión justificada en cualquier momento. En ese caso uno se retira para irse dignamente a su casa y regresar a su anterior vida laboral. Pero no ha sido así. El Sr. Garrido abandona la alcaldía y prosigue su actividad política manteniendo una concejalía y disfrutando del cargo de diputado provincial, que tiene mayor rango y le reporta una buena remuneración.
En sendos casos el comportamiento de ambos políticos es merecedor de una seria crítica política y acarrea, inevitablemente, una profunda indignación vecinal, porque si hay algo que no se perdona a los políticos es el engaño. Pero una cosa es la crítica política y otra muy distinta es el ensañamiento personal emboscado en el anonimato de cualquier blog que circule por la red. Los comentarios injuriosos que se han podido leer últimamente contra estos dos señores son sencillamente intolerables, y ya es hora de salir al paso de estas cosas. La utilización del insulto, la befa, el escarnio y las alusiones escatológicas con un fin meramente degradatorio contra las personas no se puede permitir desde un espíritu estrictamente democrático. No es admisible la exhibición de los peores instintos humanos pretendiendo disfrazarlos de crítica política, que para lo que sirve únicamente es para destruir la crítica seria, la reflexión y el debate de ideas.
Digamos, además, que llueve sobre mojado. En la pasada campaña electoral los vecinos tuvimos que sufrir la propaganda de un cómic repartido por los socialistas, en la que se maltrataba vejatoriamente a la líder del PP, Leonor García-Agua, y al mismo Sr. Escalona, convertido hoy, increíblemente, en socio benefactor de aquellos. Para cerrar el círculo, tampoco el actual líder de IU, Manuel Infante, se ha podido salvar de la pira crematoria de los blogueros.
Ya sabemos que este espectáculo inquisitorial no es exclusivo de Cártama. En realidad, es sólo el reflejo de la atmósfera política que hoy respiramos en España, y que demuestra paladinamente que el gran fracaso de todos los gobiernos democráticos que hemos tenido desde el final del franquismo ha sido la Educación (con mayúsculas). Y si la educación general ha sido un fracaso, y su consecuencia no puede ser otra que la ignorancia y la zafiedad indisimulable en amplias capas de la población, ya podemos suponer lo que puede resultar la educación política, sobre todo cuando las formaciones políticas confunden ésta con el puro adoctrinamiento partidista.
En fin, ya sabemos que en todas partes cuecen habas, pero, en Cártama, uno tiene la sensación de que sólo cuecen habas.
Hola. Me gustaría diferenciar entre educación y respeto por el prójimo.Generalmente lo relacionamos como si fuese la misma. Pero esta la enseñanza que se realizan en las aulas y esta la educación que se realiza principalmente en el ambiente familiar por lo tanto vamos a fomentar también que halla un ambiente mas familiar.POR EL RESPETO AL PRÓJIMO.
ResponderEliminarMe alegra que Ud. sr. Gerardo trate de poner un poco de cordura, nunca es tarde si la dicha es buena, espero que esto que escribe lo sienta de verdad.
ResponderEliminarsalud