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domingo, 16 de junio de 2013

EL FUTURO INCIERTO DEL HOSPITAL DEL GUADALHORCE.-

FUENTE. OPINIÓN DE MÁLAGA
Autor Gerardo Hernández Les



El conflicto por la apertura del Hospital del Guadalhorce –finalizado hace más de un año– ha puesto sobre la mesa un problema más al hecho de mantener cerrado un centro hospitalario de cuyo funcionamiento depende la asistencia sanitaria de casi 150.000 personas.

Queremos referirnos al divorcio que se ha producido entre el movimiento vecinal y los partidos políticos que se han hecho con el control de la Plataforma Pro Hospital, principalmente Izquierda Unida, con el apoyo, seguimiento o consentimiento del PSOE. Esta plataforma, en la etapa anterior a la construcción del hospital ya estuvo nucleada alrededor de IU mientras tuvo sentido su existencia. Ahora, eran los movimientos vecinales los que estaban poniendo en marcha una nueva plataforma que reivindicara ante el Gobierno de la Junta de Andalucía el cumplimiento del compromiso de abrir el hospital. Después de haber recogido más de 2000 firmas y de estar haciendo el meritorio trabajo de ir aglutinando laboriosamente a las Asociaciones vecinales de los distintos pueblos de la comarca, reaparecen los partidos –y en vez de sumarse como una fuerza de apoyo– movilizan a sus militantes, y en una asamblea celebrada en Coín el pasado 23 de mayo, resucitan la vieja plataforma y a su anterior coordinador.

Ante una acción de estas características los vecinos tienen muy poca capacidad de reacción, dada la fuerza que los resortes del poder les otorgan en España a los partidos para tener la sociedad civil a su merced. La consecuencia ha sido que el Foro Vecinal de Cártama, principal impulsor del nuevo movimiento a favor de la apertura del hospital, ha decidido abandonar la renacida plataforma.

A estas alturas de la Historia habrá pocos que duden –aunque los hay– que sin la existencia de partidos pudiera ser viable la democracia; los regímenes de partido único (que cuando son de derechas se llaman democracias orgánicas, y, si son de izquierdas, democracias populares) son dictaduras puras y duras. Pero una cosa es un sistema de partidos, y otra que éste derive en una partitocracia, que es en lo que estamos.

Es sorprendente que los partidos españoles, después de las muestras de repudio que la sociedad española les transmite, encuesta tras encuesta, o a través de la opinión espontánea de la calle, todavía no se hayan enterado que el comportamiento autista e insolidario del que hacen gala solo les lleva al desastre, y, en su rebufo, a todos los demás ciudadanos.

Algo de esto es lo que está pasando en las vicisitudes que acompañan a la reaparecida Plataforma Pro Hospital del Valle del Guadalhorce. Que el PSOE e IU traten de imponerse sobre los vecinos organizados sin adscripción política partidaria es un error de bulto y una estafa a la ciudadanía guadalhorceña. Ambos partidos gobiernan Andalucía, y sólo de su determinación depende que se abra el hospital. ¿Nos quieren hacer creer que se van a poner al frente de las movilizaciones populares para presionar a su propio gobierno a tomar una decisión que depende de sí mismos? Esto de hacer, en el mismo tiempo histórico, de gobierno y oposición es un trampantojo político poco presentable que sólo busca réditos electorales a futuro.

Las imágenes que a veces contemplamos en los telediarios, de 50 o más diputados votando en contra de su propio partido, son escenas del parlamento británico (donde los diputados les deben sus escaños a los electores de su distrito y no a las cúpulas de sus partidos), pero jamás las hemos podido contemplar en ninguno de los parlamentos españoles. Que fuera a suceder en el de Andalucía sería ciertamente surrealista. 

En el caso de IU, que es el partido que está exhibiendo un mayor aparato escénico –a tenor del despliegue de pancartas que está realizando en Cártama– no necesitaría poner tanto énfasis en hacerse con el control de la Plataforma. Podría hacer algo más sencillo y, a la vez, más efectivo. Sólo necesitaría plantarse en el gobierno de la Junta y exigir a su socio en ese gobierno la apertura inmediata del hospital. De no hacerse, que abandone el gobierno y pase a la oposición. Pero eso, ahora, no cuando se convoquen las próximas elecciones autonómicas o municipales. Esto sí sería serio y le daría credibilidad. Lo demás son fuegos de artificio y una manera de ganar tiempo.



Por lo que respecta al PSOE, la consejera de Salud no puede estar escudándose en el incumplimiento del Ayuntamiento de Cártama (al no poder pagar los tres millones de euros que suman las obras de la acometida eléctrica del centro y los accesos) para mantener cerrado el hospital. Su obligación consiste en preparar las infraestructuras que queden por completar, equipar el hospital y dotarle de la plantilla correspondiente. Una vez abierto, que le reclame al consistorio cartameño lo que se ajuste a los compromisos firmados, mediante el método que considere más adecuado en tiempo y forma.

Si las dificultades que tiene la Junta de Andalucía para afrontar la apertura del hospital son de índole económica, la solución dependerá de reordenar las partidas presupuestarias en el próximo ejercicio, dirigir los recortes hacia el gasto público improductivo –donde, a buen seguro, habrá mucho de donde tirar– y reasignar los recursos necesarios que demanda poner en marcha el hospital. Lo que no se puede hacer es mantener la confusión sobre un problema cuya solución es crucial para tantos ciudadanos.



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