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viernes, 24 de febrero de 2012

CÁRTAMA CUSTODIÓ LAS CARTAS DE AMOR DE LA ARGENTINITA Y JOSELITO.-

Por Juan Andrés Vera.-


En estos días, para expresar nuestro amor, enviamos SMS, twits, colgamos mensajes en el muro de Face o con emotions por el WhatsApp, intentamos demostrar a los seres queridos nuestros sentimientos.

No hace mucho, antes de internet y las nuevas tecnologías, eran las cartas las que hacían esta función, sobre todo, entre los enamorados, y cuando entre ellos les separaba la distancia.

Eran las cartas, lo primero que se destruía cuando el amor se perdía, o se volvían a leer y releer, para mantenerlo vivo, documento tangible, que daba fe de los sentimientos. Yo mismo utilicé esta forma de expresión, y hoy día, mi mujer, guarda con cariño esas cartas, donde de mi puño y letra, le escribía mis emociones.

Durante la historia, célebres han sido algunas de estas correspondencias, bien por su contenido o por sus destinatarios. Durante algunos años, un cartameño y su casa en Cártama, fueron los custodios de las cartas de amor de Encarnación López Júlvez,“La Argentinita”, escritas por José Gómez Ortega, “Joselito”.

La Argentinita
Para muchos de nosotros, estas dos personas no nos dirán mucho, e incluso sean desconocidas, pero a principios del siglo XX, eran unos iconos, unos mitos que han logrado llegar hasta nuestros días y forman parte de la historia universal.

La Argentinita, hija de emigrantes españoles en Argentina, fue una niña prodigio dentro del flamenco, reconocida internacionalmente y muy unida a la Generación del 27. España, París, Latinoamérica o Nueva York, cayeron rendidos a sus pies. Para hacernos una idea, en 1.943 representó en el Metropolitan Opera House de Nueva York, el cuadro flamenco El Café de Chinitas, con textos de Federico García Lorca, decorados de Salvador Dalí y la orquesta dirigida por José Iturbi.

Joselito
Joselito, para muchos, el mejor matador de toros de todos los tiempos y uno de los artífices de la Edad de Oro del Toreo. Perteneciente a la dinastía de los Gallo, fue otro niño prodigio dentro del toreo, y antes de cumplir los 13 años, ya mató a su primer eral. Su trágica muerte, no hizo más que agrandar su leyenda. Aún en nuestros días, cada 16 de mayo, onomástica de la fatídica cogida, cuando hay festejos en la Real Maestranza de Sevilla, se inicia el paseíllo con el pasodoble Gallito, y no con el habitual Maestranza, las cuadrillas, montera en mano, guardan un minuto de silencio en señal de respeto por la muerte de Joselito.




Tras su muerte, Argentinita entró en una gran depresión, guardando para si las cartas de su amado. Con el tiempo, estas cartas serían entregadas a su íntimo amigo, José González Marín, que durante varios años, guardó la correspondencia de los amantes en su casa cartameña. El célebre periodista Maximiano García Venero recoge el hecho en esta crónica que hace unos días ha publicado en su blog el cartameño Francisco Baquero Luque, amigo de González Marín, de Maximiano García y de Pilar López, hermana de la Argentinita.

Crónica de Maximiano

Ignacio Sánchez Mejias

La historia da para más, Argentinita se refugió en su trabajo, y poco después, comenzó una nueva relación con otro torero, Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de Joselito y miembro destacado e impulsor de la Generación del 27. Persona polifacética, dramaturgo, piloto aéreo, jugador de Polo, boxeador ocasional, actor de cine, presidente de Cruz Roja y del Betis. Sánchez Mejías tuvo la misma suerte que su cuñado, y murió por la cornada sufrida en la plaza de Manzanares. El 3 de mayo de 1.998 y bajo el título “Ignacio Sánchez Mejías, el torero del 27”, el diario el Mundo publica un artículo donde se reseña: “La fotografía de Ignacio abrumado por el dolor, sosteniendo con una mano abierta la cara mientras con la otra acaricia la cabeza de Joselito yacente, tranquilo ya en su gloria, es quizás la más emocionante de la historia de la Tauromáquia”.

A su muerte, García Lorca escribe la elegía “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, para muchos, la mejor elegía desde las Coplas de Jorge Manrique. También en este trozo de la historia, Cártama, a través de José González Marín, tuvo su protagonismo.


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