ARTÍCULO DIARIO SUR
AUTOR J.J. Buiza
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El pueblo de Ardales celebró ayer un rastrillo de lo más original debido a un único requisito: acudir sin dinero.
Se trataba del Primer Mercado del Trueque, una iniciativa promovida por el Ayuntamiento y por la asociación recreativo-cultural Harca y que tenía por objetivo recuperar esta práctica de comercio ancestral, que en la era moderna suele resurgir precisamente en tiempos de crisis.
«Me he traído vino y me he llevado aceite, aceitunas, libros y platos», apuntaba Irene Calderón, teniente de alcalde del municipio y una de las impulsoras de esta primera edición, que quedó algo deslucida por el mal tiempo.
A pesar de ello, un puñado de ardaleños y visitantes de otras localidades acudieron hasta la plaza de San Isidro para curiosear e intercambiar sus pertenencias por otros artículos o, incluso, servicios.
Cerámicas, películas en DVD, libros, piezas de vajilla, jabón, cuadros, objetos de decoración y alimentos de todo tipo eran algunas de las cosas que podían encontrarse en el pequeño tenderete instalado para la ocasión en un mercadillo que nace con la intención de prolongarse en el tiempo. Martin Seyfried, ciudadano de origen alemán pero residente en la localidad desde hace varios años, era uno de los más ilusionados con el proyecto. «Hay que hacerlo otra vez. He cambiado dos secadores y dos botes de aceitunas por huevos, vino tinto, libros y películas», apuntaba este vecino.
El mercadillo, que se prolongó durante toda la mañana, se concibió también con un objetivo turístico y medioambiental, ya que se trataba de prolongar la vida útil de los artículos, evitando que los dueños los arrojaran a la basura. «Yo tengo un problema de espacio en mi casa porque tengo muchos libros. Por eso me los he traído para llevarme a cambio sobre todo alimentos», relata Juan Duarte, presidente de la asociación Harca.
La idea de organizar un mercado del trueque al aire libre en Ardales tomó forma el pasado mes de febrero, cuando la citada asociación cultural celebró una especie de prueba piloto en un local cerrado. «Fue una experiencia satisfactoria y se lanzó esta propuesta para intentar atraer a más gente. La gran ventaja que tiene esto es que el dinero no es necesario para comerciar», afirma Duarte, quien ayer llegó a un acuerdo con un vecino para darle algunos libros a cambio de un servicio de motosierra para cortar leña.
Objetos por servicios
Y es que, el intercambio de objetos por servicios también era posible. Es el caso de Mercedes Salcedo, que se ofreció a cortarle el pelo a una señora a cambio de un juego de tazas para servir el chocolate caliente. «Es algo bonito porque sirve para fomentar la convivencia entre los vecinos y para atraer a los visitantes.
En época de crisis creo que el trueque va a tener todavía más auge», opina Mercedes, que ejerce como concejal de Cultura y Medio Ambiente en el municipio y que ha sido otra de las grandes impulsoras de esta iniciativa.
En Ardales confían ahora en que vayan aumentando los adeptos al trueque para las próximas ediciones, después de que ayer el chaparrón que cayó al mediodía terminara de ensombrecer este original bazar, el cual tenía otro propósito para sus organizadores: reflexionar sobre las consecuencias negativas del sobreconsumo y llamar a la responsabilidad de las personas para intentar cambiar un modelo actual excesivamente consumista.
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