De todos es conocido, que uno de los cartameños más ilustres y universales, por no decir el que más, ha sido José González Marín.
De todos es conocido, que si dentro de unos días vamos a celebrar la bajada de la virgen de los Remedios desde su ermita y su procesión por el pueblo, es gracias a la intervención de José González Marín.
De todos es conocido, del amor que José González Marín tenía por Cártama, y que llevó el nombre de su pueblo por toda España, Hispanoamérica y Estados Unidos.
Y de todos es sabido, que si actualmente hay una persona dado en poner en valor la figura de González Marín y que no se pierda en el olvido, ese es, el cartameño, Francisco Baquero Luque.
El pasado viernes, 13 de abril, cercana la fecha del nacimiento de González Marín y de la celebración del día de la virgen de los Remedios, unidos ambos en la historia por esa gesta mariana, José González Marín regresa a Álora de la mano de su amigo Francisco Baquero y su libro, “El juglar y la virgen peregrina”.
Fue en la sede de la asociación cultural “Álora la bien cercada”, que contó con una gran afluencia de público, la asistencia de la concejala de cultura de Álora, la intervención de Tomás Salas, y la representación del rapsoda, Juan Crisóstomo, que inició el acto recitando los versos que dan nombre a esta asociación y que un servidor tuvo la suerte de escuchar.
Tomás Salas, fue introduciendo a los asistentes en el libro de Paco Baquero y en la importancia para toda la comarca del Guadalhorce de la figura de González Marín, definiendo “El juglar y la virgen peregrina”, como una gran enciclopedia de Cártama.
Tomó la palabra Paco Baquero, que a pesar de los achaques de la edad y de sus ochenta años, supo transmitirnos la emoción y la importancia de poner en valor los pueblos del Valle del Guadalhorce a través de sus personajes ilustres, de potenciar lo “guadalhorzano”.
Más entrada la noche, pudimos ver un breve fragmento de la vida de González Marín y escuchar su voz recitando “El Piyayo”.
Para terminar, y como broche de oro, Juan Crisóstomo interpretó dos poemas, uno de ellos, de Celeste Torres, titulado “El niño de la Virgen”, y que a continuación os transcribimos.
Finalizado el acto, cerca ya de la medianoche, unos y otros pudimos platicar y agradecer a la presidenta de esta asociación cultural, a Paco, a Tomás y a Juan, el habernos hecho partícipes de esta velada.
El niño la Virgen", por Celeste Torres.
A mi amigo Paco Baquero, recordando la subida, en el año 2000, a la Ermita “Los Remedios”, de Cártama.
Llegó con la sonrisa
del amigo que embarga
todo cuanto posee
en pos de la amistad.
El Niño de la Virgen,
místico de una ermita,
contempla entre dos mundos
que uno perfuma el Valle
de todo el Guadalhorce.
Era un hombre muy alto
hecho de tierra blanda,
miel de caña y compota;
con voluntad de hierro.
Sus ojos eran bosques
con recodos perdidos,
donde la fe aún tiene
palacios de cristal.
Cuando hablaba de Ella,
su voz era un prodigio
de ángeles dormidos
sobre un sendero alado
escrito en la memoria.
La estampa era tan bella
que subimos despacio,
detrás del peregrino,
por la empinada cuesta.
Cártama dormitaba
en la tibieza blanca
de su cal milenaria.
Las piedras del camino,
con ocultos presagios,
cedían a cada paso
una esperanza nueva,
una promesa,
un rito,
un milagro cualquiera,
una ilusión, ¡la fe!,
único talismán
que florece, sin nombre,
detrás de los misterios,
en el árbol perenne
cubierto por los siglos.
Arriba, solo, el monte,
abrazado a la ermita,
en una comunión
de incienso derramado.
Dentro está la Señora…
y en sus ojos de Luz,
cien espejos de estrellas
convierten en eterno
todo lo sobornable.
Al fondo, allá en el valle,
perdido entre la noche,
se desangraba el río,
ocultando su verde
herido por las sombras.
Y hay un momento mágico
a velas encendidas,
a pájaros dormidos,
a plegaria y a salmos,
a Madre y a Mujer.
Por un instante extraño,
se iluminó la ermita
con la lumbre secreta
de un exvoto del Sol.
De repente, la tarde
se deshizo con prisa
sobre un letargo antiguo
de encajes amarillos.
Bajábamos despacio
tras los pétalos blancos
de una luna de tiza.
Brotaba en cada paso
un vaticinio lleno
de promesas cumplidas.
Y el viento solitario
arrastraba en silencio
un olor a montañas
unidas entre sí,
como un castillo moro
cuyas pétreas almenas
están deshabitadas
de sus cantos de guerra.
Casi sin darme cuenta,
como un milagro único,
empapando el perfume
del humilde tomillo
y el nardo de la noche,
volvió la realidad,
ya libre de pecado.
Tan sólo los minutos,
cansados de esperar,
se escaparon fugaces
detrás de la retama.
Estoy realizando un estudio serio sobre la figura de Rafael Flores Nieto "El Piyayo". Naturalmente el ilustre cartameño José González Marín, junto a José Carlos de Luna, son personajes importantes en su biografía, de tal modo que sin ellos Rafael hubiese quedado, si no en el anonimato, en un personaje creador de un cante flamenco y poco más.
ResponderEliminarAgradecería cualquier información que relacione a los citados personajes y especialmente el testimonio sonoro que se cita en el artículo.
Miguel A. del Pozo
Miguel A. si pudiera escribirnos al email de la asociación atalayadecartama@gmail.com le podríamos ampliar esta información que solicita así como otras fuentes, algunas de ellas todavía vivas.
ResponderEliminarJuan Andrés