Autor Pablo Bujalance
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monumento a Roberts The Bruce |
En la consabida lista de civilizaciones que han hecho de la provincia de Málaga su colonia (o cuanto menos su morada) en los últimos 2.800 años no faltan fenicios, púnicos, griegos, romanos, visigodos, bizantinos, musulmanes y cristianos. Pero, si bien seguramente con ánimos menos ambiciosos, los señores del Norte también han campado por estos lares y han servido en bandeja un montón de buenas historias. Baste recordar que los andalusíes construyeron las Atarazanas de la ciudad, de las que sólo queda en pie la puerta del mercado, para hacer frente a los vikingos, que en pleno siglo X arrasaron a fuego buena parte de los puertos mediterráneos. Una de las más hermosas, y sin embargo de las menos conocidas, se desarrolla en Teba y tiene como protagonista al soldado escocés sir James Douglas, que participó en la reconquista del Castillo de las Estrella a las órdenes de Alfonso XI en 1330 mientras llevaba en su pecho nada menos que el corazón embalsamado de su rey, Roberto I, más conocido como Robert the Bruce, paladín de la independencia de Escocia y popularizado entre el gran público gracias a la película de Mel Gibson Braveheart. Este fin de semana, Teba celebra la séptima edición de sus Jornadas Escocesas, un encuentro abierto, multicultural y de carácter festivo en memoria de Douglas, que falleció en la batalla. La ocasión la pintan calva, por tanto, para recordar su fatal aventura malagueña.
Robert the Bruce, nacido en 1274, logró en 1309 coronarse como rey de Escocia y ganar así la independencia frente al reinado británico de Eduardo I. Desde entonces, su particular obsesión fue la de ganarse el favor de Roma, ya que era plenamente consciente de que la bendición a favor por parte del Papa se traduciría en una garantía de futuro para la nueva nación. Por entonces, Roma tenía en las Cruzadas su principal empeño y la reconquista de Tierra Santa era su principal objetivo, así que Robert the Bruce decidió partir a Jerusalén para liberar la Ciudad Santa de los árabes. Sus planes se torcieron cuando en 1329, una vez forjada la pacificación de Escocia, y dispuesto por tanto a marchar, contrajo la lepra (otras fuentes apuntan a la sífilis e incluso la soriasis) y murió el 7 de junio de aquel mismo año en Cardross. Antes, pudo encomendar a uno de sus hombres de confianza, James Douglas, la misión de participar en las Cruzadas llevando consigo su mismísimo corazón, embalsamado, que debería ser depositado en el Santo Sepulcro. Douglas cumplió la promesa: una vez muerto su señor, extrajo su corazón, lo guardó en una urna de plata y en 1330 se embarcó con su ejército rumbo a Jerusalén.
El largo viaje de Douglas transcurría en buena parte por las costas de la Península Ibérica. El rey castellano Alfonso XI, según narran sus crónicas, supo del proyecto escocés y decidió enviar un emisario a Douglas para brindarle una invitación decisiva. Pocos años antes, el Papa había señalado a al-Andalus como tierra de Cruzada, lo que había movido a muchos caballeros europeos, especialmente franceses, a participar en la liberación de Castilla. El monarca, de esta manera, ofreció al guerrero escocés combatir contra los sarracenos en este territorio, sin necesidad de alcanzar Jerusalén, donde seguramente sus hombres llegarían mucho más cansados y con menos posibilidades de éxito. Aunque la promesa realizada a Robert the Bruce se refería explícitamente a Jerusalén, Douglas decidió aceptar. Dispuso el corazón embalsamado de su señor en su pecho, como un emblema, y cuadró a sus hombres bajo las órdenes de Alfonso XI. El siguiente objetivo de la Reconquista estaba bien definido: el Castillo de la Estrella en Teba, en la comarca de Guadalteba. Los escoceses se unieron así a un copioso ejército de castellanos, aragoneses, leoneses y portugueses que ya habían conquistado otras fortalezas similares de la frontera granadina. El castillo fue liberado, pero Douglas murió en la batalla. Según las crónicas, cuando el soldado escocés se vio rodeado por sus enemigos, arrojó el corazón de su rey al vacío y pronunció la siguiente sentencia: "Ahora muéstranos el camino, ya que venciste, y yo te seguiré o moriré". El cuerpo de Douglas y el corazón de Robert the Bruce fueron custodiados por los soldados musulmanes. Cuando el rey Mohammed V supo que el corazón pertenecía al rey de Escocia, decidió enviarlo allí junto al cuerpo del soldado muerto en combate. Ambos descansan hoy en la abadía de Melrose, ciudad escocesa hermanada con Teba desde 1989.
A pesar de la cantidad de elementos históricos que reúne y de la emoción que encierra, este episodio no empezó a conocerse bien en la provincia hasta mediados de los 80, cuando un ciudadano escocés que se presentó como descendiente de James Douglas se puso en contacto con la Universidad de Málaga con la intención de recobrar la memoria de su antepasado en el lugar en que falleció. Desde 1987, un monolito de tres toneladas, sufragado por los descendientes, recuerda en Teba a aquel guerrero escocés que decidió cumplir la palabra de su señor con su corazón en el pecho. Y el mundo se les quedó pequeño a pesar de la muerte.
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