Artículo Ymalaga.digital
Autor Paco Rengel
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Aparta los malos momentos; intenta olvidarlos. Este consejo, que a veces nos lo hacemos a nosotros mismos, es reiterativo a lo largo de nuestras vidas. Jamás conseguiremos borrar de nuestro almacén de memoria esos momentos puntuales y llorados; si acaso, conseguiremos apartarlos un poco con el paso del tiempo. Sin embargo, hay un vicio lamentablemente extendido entre nuestros contemporáneos que consiste en intentar ocultar los orígenes, quizás humildes, para pavonear en esta sociedad con mayor relevancia si es posible. Como si eso se pudiera eludir.
José Morales, perote, visitante de bibliotecas, experto investigador entre papeles viejos, erudito e inquieto, no sólo se detuvo en lo que eran sus antecedentes vividos, sino que siguió investigando y supo que era familia de un cacique, el cacique Morales, y tampoco es que presuma de ello, pero sí que lo cuenta con la naturalidad de quien no puede cambiar la historia, ni talar los árboles genealógicos.
Pepe tiene el respeto y el cariño de sus vecinos, porque no a cualquiera se le abren cómodas, y muebles recónditos para rescatar fotografías de antepasados. Y no sólo eso, sino que se las prestan -atención al detalle, estamos hablando de copias únicas, de valor sentimental incalculable y que continuarán en herencia generación tras generación- para que él ultime su publicación. Esto ha ocurrido cíclicamente entre los perotes. "¡Ahí viene Don José Morales (fue maestro y el don no se lo quita casi nadie porque medio pueblo fue alumno suyo)! ¡Seguro que en busca de alguna foto!", se habrá dicho más de uno.
MEMORIA GRÁFICA
Y merced a esa labor paciente, plena de constancia, llevada a cabo por José Morales, está en las librerías -de Álora, claro- desde hace unos días 'Álora, Memoria gráfica de un siglo', del Grupo Editorial 33, que ha cuidado con el mimo preciso esa búsqueda de imágenes, todas en blanco y negro, de una etapa del pueblo marcada por la necesidad, el deseo de progresar y el ímpetu por despegar (quizás haya que mirarlas bien para que nos ayuden en estos momentos, aunque no seamos de Álora).
Resulta imposible que un perote con pedigrí no encuentre en esta publicación una referencia a su pasado, una rememoración de otros tiempos, lo que le contaban sus padres o el rostro de un vecino o familiar. Si usted es aloreño y no encuentra relación alguna con su vida en el libro, la editorial no tendría inconveniente en devolver el dinero (ojo, es broma de quien esto firma; vayamos...).
El acto de presentación de la nueva obra de José Morales tuvo lugar anoche, en la sede de la cofradía de los Dolores, y contó con la presencia del alcalde, José Sánchez, y del prologuista de la misma, José María Hidalgo, quien viajó desde Barcelona expresamente para pasar un rato extraordinario. No en vano, el alcalde le impuso el escudo de su pueblo en un gesto tan imprevisto como gratificante para el emigrante que jamás rompió con la tierra que le vio nacer. El periodista Antonio Trujillo, también alumno de Don José, fue quien coordinó el familiar y agradable acto.
Pepe Morales -a estas alturas nos podemos permitir el tuteo incluso escrito-, como siempre, ha demostrado que es un animador de evocar raíces, un intermediario de recuerdos de su pueblo, Álora... O sea, un amante incondicional de la vida.
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