FUENTE. PADRE ARNÁIZ NET
Las Doctrinas Rurales son la gran obra social y religiosa fundada por el P. Arnáiz; descuella entre todas las otras que llevó a cabo y perdura, a través de los años, hasta nuestros días. En enero de este año se ha cumplido el ochenta aniversario de sus comienzos. La han continuado y la mantienen en la actualidad, las Misioneras de las Doctrinas Rurales.
Como en todas la obras de Dios, se vio en sus principios la acción de su providencia. Ya en los corralones de la capital malagueña, bajo la dirección del Siervo de Dios, llevaban sus catequistas una labor de instrucción en lo más elemental: enseñar a leer, escribir, hacer cuentas y, por supuesto, dar a conocer las principales verdades de la fe a niños y a adultos. Cuando ellas tenían que acudir a otro lugar, dejaba allí el Padre a una maestra, que continuara insistiendo con los pequeños. Ya muy al comienzo de estar él en Málaga, mientras buscaba una de esas maestras, había dicho a Emilia Werner, una de sus principales colaboradoras: “Esta no es mi idea, lo que yo pienso es que sean señoritas las que vayan, por el amor de Dios, a poner las escuelas en los pueblos y lagares”. Cierto que para eso era necesario que estuviesen dispuestas a vivir allí durante el tiempo que hiciese falta para transmitir esa instrucción. Emilia dice que aquello le pareció imposible, pero añade que un día le dijo el Padre: ”Cuando Dios quiere una cosa, todo se hace posible. Manda las personas y los medios. Si él lo quiere, esto se hará, cuando él lo tenga dispuesto”.
Yendo un día para Yunquera o el Burgo, vio a lo lejos unas casillas diseminadas por el campo y preguntó qué era aquello. Era la Sierra de Gibralgalia. Le informaron, entonces, de que sus habitantes sólo tenían de religión el que iban a Pizarra a bautizar a sus hijos, a casarse y a dar sepultura cristiana a sus difuntos. En enero de 1921, estando en Pizarra, preparando la entronización del Corazón de Jesús en la Sierra de Gibralmora, que domina al pueblo, quiso ir a socorrer a aquella buena gente. Fue acompañado del Sr. Cura y los Condes de Puerto Hermoso, y pasó un día y una noche de trabajo intensísimo para instruirles y prepararles a recibir los sacramentos. Hizo la Primera Comunión todo el pueblo.
Volvió el Padre lleno de gozo, por el fruto cosechado, pero con el alma partida, al tener que dejarles otra vez solos, y con su idea aún más grabada en la mente. Sólo faltaban “esas personas que Dios manda”, como había dicho a Emilia. Y Dios las mandó. Mª. Isabel González del Valle, junto con otras dos compañeras, subió a Gibralgalia en enero de 1922, para permanecer allí indefinidamente. Buscaron una humilde choza donde vivir y poner la escuela, ante la admiración agradecida de aquellos aldeanos de quienes nadie se había ocupado antes. Habían nacido las Doctrinas Rurales.
Las dificultades fueron muchas. Hasta para oír misa los domingos y comulgar tenían que ir ellas, dos horas de camino a lomos de bestia, hasta Pizarra. La caridad pastoral del hoy Beato Manuel González, entonces Obispo de Málaga, le movió muy pronto a permitirles tener el Santísimo junto a la escuela. Aquellas buenas gentes correspondieron admirablemente: avanzaban con presteza en su instrucción y en su vida cristiana. Durante muchos meses siguieron las señoritas con ellos, hasta que hubieron de ir a fundar otra doctrina.
El P. Castro, que le había dirigido unos Ejercicios Espirituales, le aconsejó que hablase en Málaga, adonde pensaba ella acudir buscando una compañera para irse a las Misiones Extranjeras, con el P. Arnáiz. Era ella una señorita de la alta sociedad asturiana. Cuando el Padre le expuso su idea de apostolado rural, y le hizo ver que allí hacía tanta o más falta que en países lejanos, vio claro que eso era lo que Dios esperaba de su generosidad. Desde entonces fue el brazo derecho del Siervo de Dios. Dedicó su vida y sus bienes a los pobres del campo.
A expensas suyas, junto con otras limosnas que buscó el Padre, se pudo hacer una capilla digna, que sustituyese a la primera choza. Hoy es la Parroquia del pueblo. En ella trabajó, como albañil, el mismo P. Arnáiz y queda, como signo de la ayuda que el cielo les deparaba, el pozo del agua necesaria para la obra, donde no había, descubierto por, sin motivo humano ninguno, por él. En tiempos de sequía ha servido para que bebiera todo el pueblo.
Otras Doctrinas
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l hablar de las Doctrinas Rurales, siempre se hace referencia a la de la Sierra de Gibralgalia porque fue la primera, pero la historia de estos ochenta años está llena de interesantes anécdotas, por la cosecha recogida y el sacrificio de quienes las llevan a cabo. Sirva el citar un solo caso como ejemplo, por ser de aquellos primeros tiempos y provenir de persona y publicación autorizadas. El entonces Obispo de Cádiz, D. Marcial López Criado, escribía al P. Arnáiz el 20 de junio de 1924, con motivo de haberse terminado una de esas doctrinas: Reitero a Vd. mi agradecimiento, y lo mismo a esas buenas catequistas, cuya labor es providencial y viene a llenar un vacío que sólo Dios puede apreciar y pagar, y nosotros, los que la conocemos por ciencia propia, estimar, alabar y bendecir a dos manos.
En vida del Padre se tuvieron catorce doctrinas en la Provincia de Málaga y unas veinte por otras provincias. Desde entonces, en estos ochenta años se han dado una gran cantidad de ellas, que sería imposible enumerar aquí. Actualmente la parte educativa se ha ampliado en muchas de las doctrinas. A los que acuden a ellas, si son más instruidos, se les enseña la parte teórica del carnet de conducir, los comienzos del inglés y el manejo del ordenador. De todo hay.
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