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domingo, 3 de junio de 2012

PUESTA EN VALOR DE LA VILLA ROMANA DE MANGUARRA Y SAN JOSÉ.-



ARTÍCULO EL AGUIJÓN
Autor Francisco Baquero Luque
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¿EN PELIGRO LA VILLA ROMANA DE MANGUARRA?






En Cártama estamos dolorosamente acostumbrados a que, desde el Ayuntamiento -por acción directa o por negligente dejación de responsabilidades de gobierno- , se cometan las mayores tropelías con nuestro patrimonio arqueológico, histórico y artístico.

 De ello, ya dejaron constancia los viajeros románticos del siglo XIX que, atraídos por la fama de los hallazgos que en esta Villa, y en su término municipal, aparecían por doquier, nos visitaban y daban fe, como decía antes, de la negligencia “lesapatria” de alcaldes y vecinos.

 Esa dolorida preocupación aflora nuevamente al aprobarse a bote pronto por mayoría absolutista en reciente sesión de pleno, una actuación urbanísticas en los terrenos protegidos que circundan lo que llaman Hospital Comarcal, que no es tal, sino, sanitariamente, un mero e insuficiente CHARE (Centro Hospitalario de Alta Resolución), pese a la enfatización publicitaria en aras del voto que al socaire del mismo se ha hecho durante años, sin aún estar terminado, y lo que le cuelga.

 Pero, a lo que vamos.

 En esos terrenos que arriba califico de protegidos, lo son porque en ellos está ubicado el -por toda España, y fuera de ella- conocido yacimiento arqueológico romano de Manguarra y San José.

 Su alumbramiento data del año 1.970. La propietaria de la finca, Doña Carmen de la Muela, Condesa de las Ynfantas, notificó la aparición de fragmentos de cerámicas, testigos numismáticos y restos de construcción ocurridos durante faenas de labranza.



 Ordenaron excavaciones arqueológicas la Dirección General de Bellas artes, Sección de Museos y Exposiciones en julio de 1.972, y, Orden de la D. General del Patrimonio Artístico y Cultural el 6 de junio de 1.975 y, 2 de junio de 1.976. Dichas Excavaciones fueron subvencionadas por el Ministerio de Educación y Ciencia y la Exma. Diputación Provincial de Málaga conjuntamente.

 Estas excavaciones pusieron al descubierto una Villa rústica romana. Su situación geográfica, según la profesora, Encarnación Serrano Ramos (“Cártama en su Historia” edic. Ayuntamiento de Cártama, año 1.985) son: Coordenadas Lambert x= 26,8; y =511.

 El espacio que debo dedicar a este artículo no me permite pormenorizar en la formidable exposición de datos y riqueza descriptiva que la profesora, Serrano Ramos, lleva a cabo en su citado trabajo, aunque sí puede darnos una idea de la importancia de este tesoro (¿corre riesgo de desaparecer?) que engrosa el rico patrimonio sedente de Cártama:

 Abunda la cerámica sigilata africana, amén de itálica, gálica e hispánica, paleocristiana, etc.

 Igualmente, apareció un gran muestrario de cerámica común: platos, tapaderas con orificio lateral en algunos casos, ollas, morteros, dolia, cuencos, jarros, ánforas. Hay que añadir algunas piezas vidriadas de época medieval.

 Un nutrido número de monedas: De los emperadores Gordiano III, Filipo el Árabe, Valeriano, Galieno, Diocleciano, Máximo, Galerio, Licinio, Constantino I, Crispo, Constante, Constancio II, Juliano, Valente, Graciano, Velentiniano II, Máximo, Teodosio, Honorio, Arcadio..., dos bronces altoimperiales y otros dos bronces Malaca.

 Útiles de trabajo: una muela de molino, una machacadera, unas tenazas, clavos, asas acetres, pesas de telar, fusoyolas y agujas: piezas de adorno femenino cuales pulseras, pendientes, sortijas, acus crinales, llaves de hierro, un dado de hueso, varias tabas, una figurilla masculina de terracota. Bocados de caballo señorial con su rueda decorada de perlas.

 Ya digo, la lista de motivos de enorme valor arqueológico e histórico que denota la enorme importancia de la Cartima romana dentro de la Bética, merece un exquisito trato y puesta en valor por parte de las autoridades cartameñas. Si se puede enumerar cuanto queda dicho y más ¿qué no se podría valorar de lo que los buscadores furtivos se han llevado de estas ruinas?.


 Las Villas romanas eran a la vez residencias campestres y granjas productivas. Estaban situadas en el campo de labranza: En las riberas cabe el río Fahala, Soto del Moro, Casasola, etc. se han descubierto vestigios indubitables de villas romanas. Sus dimensiones y características dependía de la riqueza de sus propietarios. En el dibujo (ideal) que se inserta vemos la explotación agrícola junto a la parte posterior del edificio, que termina en una zona de esparcimiento ajardinada, aislada del exterior por un grueso muro.

 La gran preocupación que tenemos los que valoramos en mucho la riqueza que supone para los pueblos su acervo histórico, tradiciones, patrimonio cultural incluídos los personajes que le dieron gloria y pátina (caso de González Marín en Cártama) es si este tesoro arqueológico, mantillo de nuestras raíces, va a seguir la misma escondida senda que siguieron tantas y tantas referencias nobilísimas de este pueblo a lo largo de siglos.

 Existe una relación de esta villa romana y el famoso puente romano existente sobre el arroyo de Trascastillo (junto a un acueducto) al que embocaba la calzada romana que pasaba entre el cerro de la Ermita y el casco urbano de Cártama; senda que al llegar a la altura del monte Calvario se bifurcaba hacia Mijas y otro ramal hacia Iluro (Álora) y, a la vez, unía Cartima romana con dicha Villa de Manguarra.

 Los dueños de los terrenos son, al parecer, los mismos que dieron al traste -mediante una salvaje actuación urbanística en terrenos protegidos por su valor paisajístico, medioambiental, histórico- con cuevas prehistóricas, a los que se les robó hasta su bella toponimia (El Peñoncillo), hoy lugar donde se asienta una floreciente urbanización denominada Atalaya de Cártama. ​

puente romano

 FRANCISCO BAQUERO LUQUE


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TEMPLO A LA DIOSA ROMANA CERES EN CÁRTAMA

ARTÍCULO DE EL AGUIJÓN
AUTOR Francisco Baquero Luque
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Al escribir en mi anterior noticia-artículo sobre las célebres ruinas arqueológicas de MANGUARRA y SAN JOSÉ, en Cártama, con motivo de una actuación urbanística en la misma finca que las contiene, no se por qué me acordé de que no muy lejos, en línea recta -río Fahala por medio- de esta famosa ruina latina, apareció un día…

 ...la cabeza en mármol de la diosa romana Ceres y un friso que, por otras circunstancias que describo en mi libro, “CÁRTAMA HISTÓRICA. EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA”, también se llevaron de Cártama, en este caso por imposición legal de un Ministro de Franco, José Luis de Arrese, no a un museo malagueño de donde hasta entonces había sido gobernador, cuando esto ya ministro, sino para el suyo propio en Corella, Navarra.


González Marín se resistió a las invocaciones a la legalidad del ministro, pero él tenía que seguir recitando por los teatros de España, y Arrese era, insisto, ministro de Franco. Por avatares del destino, presencié la conversación en casa del rapsoda y las amargas lágrimas que éste derramó cuando se marchó el citado ministro.


Dicha cabeza y friso, afluyeron con motivo de unas obras de construcción de una casa de labor, cabe el río Fahala, a 300 metros del puente en la carretera de Cártama a Coín, en cuyos muros ya se habían incrustado, previamente cuarteados con porros, otros vestigios. Cuando estas piezas, o al menos el friso, iba a correr la misma suerte, el artista cartameño, José González Marín, que lo supo, pidió a los dueños de la finca, familia Alejo, que se lo regalaran y, a falta de un museo en Cártama, él le destinaría un sitio preferente, cara al público, en su propia casa. Y así fue. Yo mismo presencié el traslado en carreta desde Fahala a Cártama, y los trabajos de instalación en casa del aedo, año 1.939 ó 40.


Confieso que hasta ahora yo no había considerado la razón que podía llevar el artista cartameño, que sin conocer entonces las ruinas de la cercana villa rústica de Manguarra ni otras probables cercanas, mantenía que ambas piezas arqueológicas pertenecían a un templo a la diosa romana de la Agricultura, Ceres, que sin lugar a dudas, de esta diosa era la cabeza desgajada de su cuerpo que estamos comentando, lo que avala el friso junto al que apareció. Es tan lógica esta conclusión historiológica, que otra carecería de sentido. Y, con ella, se añade una nueva y brillante tesela al hermoso y fascinante mosaico histórico que, sin lugar a ninguna duda, es Cártama.

 La diosa Ceres tiene para los romanos el mismo significado que la Deméter griega, en ambos casos protectora de la agricultura, las cosechas y la fecundidad y, de ella, obviamente reciben su nombre los cereales. Ella, según la mitología, enseñó a los hombres el arte de cultivar la tierra: siembras, recolección, ensilado de los granos y elaboración del pan. Esto establece una apabullante lógica a que en la zona eminentemente agrícola de los aledaños de Fahala, muy poblada de villas desde cuando a partir del siglo II d. C. los habitantes de las urbanos de la Hispania romana se desplazaron al campo, se levantara un templo a la diosa de la agricultura, Ceres.

 La mitología nos dice que esta diosa tenía doce dioses menores ayudantes: Vervactor que barbechaba la tierra; Reparatar, que roturaba; Imporcitor, asurcador: Insitor, sembrador; Obarator, desbrozador; Sarritor, escardador; Subruncinator, aclarador; Messor, cosechador; Connector, carretero; Conditor, ensilador, y, Promitor que en las instalaciones equivalente a las posteriores llamadas alhóndigas árabes, distribuían los granos para su consumo o resiembras.

 Las fiestas a Ceres se celebraban anualmente con largas caminatas (procesiones) desde pueblos y villas rústicas cercanas a su templo, con antorchas encendidas en las noches portadas por mujeres vestidas de blanco por concesión de los varones, ya que este era el color de las vestiduras de estos; se rogaba para que la diosa protegiera de hambrunas, de adversidades climatológicas, de alimañas, etc.

 Se le ofrecían sacrificios de animales, cuales ovejas, jabalín hembra y en especial zorras a las que se les pegaba fuego por el peludo rabo. La única flor que se le ofrecía, era la amapola por medrar entre los sembrados cerealistas.

 Ceres tiene el aspecto de una mujer hermosa, majestuosa y lánguida mirada con cabellos que solía caer sobre los hombros. Su color era el amarillo por ser el color del trigo; algunas veces, sobre el pelo llevaba una diadema y se adornaba con un cuenco de la abundancia en su brazo. El primer cantor conocido de esta diosa en su versión griega, Deméter, fue Homero.

 Las villas rústicas, con sus estructuras y acondicionamientos funcionales tuvieron un auge generalizado en el periodo del Bajo Imperio, siglos III y IV d.C. Marcaron una línea creciente hasta el momento cenital hacia el tercer cuarto del siglo IV, a cuyo final sufrieron un brusco colapso y destrucción generalizada bien constatada.

 Por las excavaciones arqueológicas. Coincidió ello con las invasiones germanas, visigodos, en España.

 Pero peor paradas que las villas, salieron los templos dedicados a las deidades paganas romanas, que fueron arrasadas de base por el fanatismo religioso arriano (después cristiano) de los invasores.

 Las villas rústicas siguieron, obviamente, su actividad, adaptadas a la religión de los invasores, que adoptaron finalmente el cristianismo como medio de unificación de todo el territorio en una sola unidad estatal, siglos después consolidada por los Reyes Católicos tras el periodo de dominio árabe.

 La existencia de las villas dio lugar al trazado de calzadas que facilitaban el destino de las mercancías a los sitios de consumo, y comunicaran unos centros urbanos y villas con otros. De la que desde Malaca y Cártama unía a estas villas, ya lo hemos comentado en otro párrafo de este trabajo.

 De todos modos, es indispensable tener en cuenta que el entorno era muy distinto al de hoy: Montes frondosos y ríos de corrientes constantes, con amplios sotos en sus márgenes, en donde habitaban toda clase de animales salvajes, incluidos lobos, linces, jinetas y toda una fauna mediterránea de primer orden, principalmente en los montes circundantes, que se mantuvo -según los anales- hasta muy entrado el siglo XII, e incluso después.

 En definitiva, que Cártama y la comarca tienen una enjoyada historia digna de un mayor mimo y valoración por los auténticos dueños de ella, el pueblo.

 ​FRANCISCO BAQUERO LUQUE


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