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viernes, 23 de marzo de 2012

GONZÁLEZ ANAYA Y SU RELACIÓN CON CÁRTAMA.-

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO EL AGUIJÓN
Autor Francisco Baquero Luque
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Tuve el honor -como explico en mi libro “Cártama histórica. El Juglar y la Virgen Peregrina- de que, allá por el año 1.950, me concediese su amistad el eximio novelista, poeta, miembro de la Real Academia de la Lengua, dos veces alcalde de Málaga y oriundo de Cártama -su madre era cartameña de nacencia, criada, precisamente, en el Cortijo “Anaya”, frente al de “Las tres leguas”, carretera Cártama a Pizarra por medio- Salvador González Anaya.

Durante diez días tuve la ocasión de acompañarlo (él en una burra pastueña y yo en un mulo “resabiao”, pingoso y mohino que me echaba a tierra por encima de sus orejas en cuanto me descuidaba, pero yo tenía 19 años y mi madre estuvo a punto de parirme cuando de regreso del Alhaurinejo en una burra con enjalma y serón hizo aguas sobre ella, al borde del olivar de Vallejo, a no más de 200 metros de la Alhóndiga en do nací) por los caminos, realengas y trochas del término cartamitano, haciendo él acopio de datos y motivos novelescos para escribir la novela que sobre su tierra le prometió a su madre, cuyos deseos quería cumplir, aunque ésta ya había muerto.

En el prologuillo del libro que tituló, “El llavero de Anica la Pimienta”, publicado en 1.953 al mismo tiempo y tomo que, “Tierra de aseñorío”, ambientada en Ronda, González Anaya hace la siguiente consideración que parece escrita para estos tiempos: “...Y subí al tren y arribé a Cártama. Pero salvo la Virgen de Los Remedios, algunos parientes lejanos y la escueta figura del aplaudido González Marín, en la villa no tropecé con cosa alguna digna de mención novelística, sino chismes y chumbos. Dejo dicho antes que esto parece escrito para este tiempo, porque cuantos hemos escrito libros sobre Cártama, el tema central de los mismos, para que tenga alguna importancia, ha debido ser, hasta ahora, José González Marín. En mi próximo trabajo literario, “Ecos de la Alhóndiga”, me propongo apartarme de este recurso cualitativo, como también, en gran medida lo hago en “El juglar y la Virgen Peregrina”, que tanta aceptación de crítica y de público, G. a D., está teniendo.



Pero aquí iba yo a otra cosa. Ya cercana la festividad de nuestra Patrona, La Virgen de los Remedios, es tiempo de ir recuperando efemérides e hitos merecedores de recordación y, en este libro que reseñamos hay varios referidos a Ella como, por ejemplo, los capítulos “V” y “VII” titulados, “La muñequita” y “La procesión, que aquí resumo de esta guisa:

“Tras varios recuestos y esguince suben a la Ermita de Los Remedios, cruzan la verja y se detienen en el compás que hay a la entrada. En el compás bríndale asiento marmóreos bancos...A la acucia de prosternarse bajo sus pies devotamente, el recitador (que en la novela hace de cicerone a una familia amiga) les da acceso al recinto religioso. Ambas doncellas se han tocado y ambos varones se descubren. González Marín les transmite agua ritual de la pila...

...El ámbito es luminoso, la claridad se esparce por los rincones y en las paredes fulgen los colorines de pequeñas banderas americanas.

-Son las de los países que he recorrido con el tesoro de la Virgen –explica, ufano y satisfecho al evocar ante las jóvenes su cruzada, tan lírica y española, el recitador, que continua: la fe penetra dentro del alma por los ojos, porque Dios nos la infunde precisamente sin necesidad de la imagen, y el hombre la busca en el símbolo...lo esencial es la idea que la sublime, no el arte en si, que es obra humana...

-Sólo de América le traje cuarenta (mantos). ¡Cuarenta! En la procesión de mañana vestirá el de los Reyes, que es de brocado con millares de aljófares. Ya está viejo, pero es de los Reyes Católicos. La tradición impone el uso”.

La procesión.

“El 22 de abril, con el sol poniente, entre flores y músicas y millares de devotos –diríase hipérbole y es verdad: millares-, todos provistos de velas ardientes y alzadas en posturas horizontales -algunos portan tres o cuatro- para que se consuman en absoluto, se procesiona a paso lento la minúscula Virgen desde el Santuario a la Parroquia de la villa. A la ceremonia concurre profusión de gente de Málaga y de los pueblos del contorno. Hay multitud de penitentes que han hecho ofrenda de ir descalzos desde el camarín de la Virgen a la Iglesia, en cuyas losas después se dibuja la sangre de los pies, desgarrados por las aristas. El procesional espectáculo hace a las almas religiosas vibrar de emoción y las lágrimas surten de muchos ojos. Asorda el aire el clamor de los vítores y los rezos, y la banda con sus clarines, sus tambores y sus piporros; y en los fugaces intervalos se escucha el contrapunto de las plegarias. Sobre su breve trono pleno de rosas, con el rítmico balanceo del compás con que la conducen, desciende la Virgen a Cártama...

De esta manera discurre la hora larga que dura el paso, hasta que, al fin. Se aleja todo y la trinca le escolta por el declive...

-¡Cuánto impresiona la devoción! Seguramente habrá pocas imágenes que disfruten de tantas raíces populares..

Durante cuatro días –cuatro jornadas de mostagán y de bucólica—se celebran con alborozo las fiestas de la Virgen de Los Remedios. Los números feriales no desmerecen de los que se practican en otros sitios: venta de ganados, cucañas, iluminaciones eléctricas en la calle de Enmedio (el Teatro González Marín como referencia señera), tiros al blanco y espectáculos de otra índole para que se solace la gente moza, galanes con exploraciones a hurto; carreras de cintas, cohetes que destellan en la oscuridad de la noche, carreras de cintas y en sacos, aporrear de la cerámica para hornillos caseros; libre lidiar de astados en el circuito de la plaza, que se acota rústicamente con armazón de talanquera y temerarios diestros de circunstancias que se tumban a cuerpo limpio para que brinquen los cornúpetas sobre sus bárbaras personas...bracean los jinetes luciendo potros enjaezados con arrequives andaluces, llevando a las grupas equinas a una beldad de contoneo, que va como reina en su trono...

Y aún queda mucho por describir de esta singular fiesta de un pueblo cargado de historia, de tradiciones y leyendas de riqueza inaudita que, susceptible de recuperar en aras, precisamente, miren ustedes por donde, de lo civilizado y humanístico, que es el imperio del espíritu sobre las ansias materialistas.


FRANCISCO BAQUERO LUQUE.

1 comentario:

  1. OBSERVACIÓN: Como autor de esta artículo, que tuvo la suerte y el honor de conocer a don Salvador González Anaya y acompañarle por nuestros campos y casas del pueblo para acopiar material novelesco, quiero dejar sentado, que por ser pariente lejano de José González Marín, estuvo antes en Cártama muchas veces para visitar a éste, incluso cuando el cartameño convalecía de una gravísima enfermedad en el Cortijo Trascastillo, entre los personajes que le acompañaron se cuenta Don Salvador, quien llegó a escribir, durante esta estancia, un denso y largo poema cuyo soporte original mecanografíado, tendo en mi poder(don Salvador era también poeta). El rapsoda de Cártama, a pesar del desafío del poeta -- "a ver si atreves a recitar éste"-- no lo llevaba en repertorio por ser largo y premioso, razón por la que yo dudo en darlo a conocer a mis paisanos y lectores en cualquiera de los medios que se me ofrecen. F. BAQUERO LUQUE

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