DAMAJUANA.-

Por Juan Andrés Vera.-

Hace unas semanas, y a raíz del fallecimiento de mi abuelo, volví a escuchar una palabra que tenía olvidada por culpa del tetrabrik y el envase de plástico, DAMAJUANA.

Antiguamente se llamaba damajuana al recipiente de cristal, de color verde, recubierto de esparto, pita o anea, los más modernos ya eran de plástico, con una o dos asas y que se utilizaba para almacenar o transportar líquidos.



En los días calurosos de verano, se mojaba el esparto conservando un poco más fresco el contenido de las botellas.

Pues bien, hace veinte años, mi abuelo dejó de representar a las bodegas Alvear en la zona de la Sierra de las Nieves, se guardó para si una damajuana conteniendo el preciado vino de Montilla-Moriles, y la apartó en uno de los rincones de la casa. Dejó dicho a sus hijos y nietos, y así nos los fue recordando durante estos veinte años, que esa damajuana sólo debía de ser abierta tras su muerte.

A pocos meses de cumplir 99 años, el 20 de enero, enterramos a mi abuelo, después del sepelio, hijos, nietos, biznietos y alguna tataranieta, nos reunimos entorno a la mesa del salón dispuestos a cumplir su última voluntad, dar cuenta del contenido de la damajuana.

Para ser sincero, y como yo, eramos unos pocos los escépticos en que ese envase hubiera conservado el vino después de tantos años. Pronto se nos disiparon las dudas al probar su contenido, una mezcla de coñac y vino que nos supo a gloria.

Sirva estas palabras como homenaje a ese envase de cristal, que en la actualidad sólo sirve para decorar rincones, como florero o portalámparas y en el que como mi abuelo, confiaron nuestros antepasados para conservar y transportar el agua y el vino, y para que la palabra damajuana no desaparezca de nuestra memoria.

                           In memoriam de Juan Vera Gallardo, mi abuelo.